El vuelo de la esfinge (fragmento)

La noche brillante 

 

Hay que domar

a la bestia.

 

 

 

 

 

 

 

I

 

 

Entre las piezas en blanco y negro, esbozo las líneas de su fino cuerpo.

Cada jugada encubre la intensidad de su mirada y su mano apenas roza mi mente.  Ahí está, usted no lo sabe. Me convierto en cereza jugosa y me dejo sorber gota a gota sobre el tablero mágico del enigmático ajedrez.

 

Usted trama el certero ataque, mas no mide el fuego que se juega en este juego. Lentamente su aliento me envuelve y respondo con un furtivo jaque. ¿Qué enigma predomina mi cerebro? El aroma del viento ha llegado y se posa entre mis cabellos. Usted simplemente concentra sus ojos en el blanco y negro, aún no ha despertado del sueño que yo estoy viviendo, y ahí yo le invento y es espuma entre mis dos rosas, huele a rocío y sabe a victoria.

 

Finalmente mira a mi dama y es jaque, y no se explica cómo, pero es tarde. Y mira a su rey, y es mate.

Los fragores del acto amoroso se aplacan lentamente. Los líquidos se unen y en ese grito interno de la hembra se envuelve el mundo, gira el universo y todo parece prodigioso. El alarido de la hembra es la victoria del macho. El hombre sumido de espaldas en la colchoneta relame sus líquidos y se solaza al mirar de reojo a su pareja. Sabe que la ha vencido, y ella que no quiere ser vencida ni doblegada a la voluntad de este farsante, se sacude y bruscamente se levanta para correr a la ducha y limpiar todo vestigio de impureza. A jabonarse. No quiere que la crea satisfecha. No, ella no está satisfecha, no es ‘su pareja’, no quiere ser nada suyo, por el momento, por las olas que influyen en la sangre; y refriega esa piel de prostituta que ardía en deseo minutos atrás. La deja lisa y suave como la de un ángel. “Mi ángel, te amaré por siempre”, le repite el hombre y ella, volviendo la cara, prefiere mirar en el infinito. “Ni sabes lo que es amar… pero sabes que esto va a terminar, no sé cuándo, pero debes estar preparado (no me quiero entregar a nadie)”. “Pero yo te amo, te adoro”, y le besa los pies, las piernas, el monte, quiere besar su boca pero ella esquiva ese beso fatal, ése sería el beso de la entrega y no está dispuesta a ceder.

 

Es temprano en la mañana. Hace frío aquí. Voy caminando por el bosque, las grosellas me encantan, rojas, frescas. El bosque está poblado de ellas. Tengo sed y… busco un riachuelo. El agua es tibia y dulce, clara como una lágrima. Me calma la sed, la disfruto, la bebo y riego todo mi cuerpo. ¡Paz y quietud! Ya repuesta consulto el reloj. ¡Es tarde! El horizonte comienza a perder su brillantez y las sombras amenazan apoderarse del cielo.

Un hermoso caballo blanco montado por un jinete de suave penacho, a galope firme aparece entre sueños. La pradera. Una mujer  encaramada en un alto muro lo está mirando pasar en la oscuridad. El jinete, reparando en una sombra extraña, se detiene y  sorprende a la mujer  in fraganti, en pleno placer de contemplación. Entonces, ella, temiendo las consecuencias de su osadía,  no ve más remedio que recostarse, dispuesta a sufrir la vejación que el jinete parece resuelto a ejecutar. La lluvia, otras sombras, figuras aladas, figuras humanas, la serpiente y el cóndor impiden el acto. El soldado emprende la retirada con su miembro ansioso por entrar al mundo femenino, misterioso, pero servilmente apetecido por todo jinete, militar o labrador, carpintero o doctor y cuantos oficios como hombres hay en el orbe.

 

 

Páseme la miel, mamá – dice Susana- la miel en el pan sabe deliciosa. Pásame la leche descremada, el edulcorante, el adelgazante – dice mamá. Las persianas blancas en todas las ventanas de la casa y los manteles inmaculados de las mesas iluminan la sagrada hora de la siesta. Las florecillas del ventanal del salón miran mi piel, miran a través de las lenguas de sol que destellan colores en las gotas de diamantes que derraman los rosales del jardín. Los ojos de los pájaros me miran y sus voces me llaman. Me desprendo de un brinco del regazo de mamá. Una abeja zumba cerca de mi oreja, una oruga se ha enroscado sobre sí misma formando un aro de luz.

 

Rajas de oro penetran por entre las ramas de los árboles. Me escondo entre las hojas verdes de los manzanos del huerto. Papá me busca, me persigue, papá juega conmigo, papá ama a su nena y juega conmigo. En la cocina el aroma del cilantro o de las hojas de menta se entremezclan con la suavidad de las lechugas. Sus colores conjugan con el claror de los ojos de mamá. Las zanahorias con su piel, y las frutas de colores y sabores agridulces son la sonrisa de papá.

 

La puerta de la cocina bate de una sola vez. Vengan a cenar – dice mamá- es la hora de comer. Papá me carga en sus fuertes brazos, me llena de mimos, luego llena de mimos a mamá.

 

Cuando la mujer despertó, el reloj de pared marcaba las once. Buena hora para los panfletistas y graffiteros que trabajan incesantemente en las noches cómplices.  Es la hora en que los gatos dormitan y los aullidos no tienen respuestas. A esta hora imprevisible aparecen los soldados de la rebelión. Se acercan al vaivén del gentío reunido en la plaza principal. Cargan dinamita entre las manos y repasan la orden de disparar ante la primera provocación. Los soldados son también gente, pero no parecen advertirlo. Van contra el pueblo…

Los soldados visten uniformes camuflados. Van en columnas, a gasificar la manifestación. La turba incendia el edificio gubernamental. Huyen. Soldados y pueblo huyen del lugar para guarecerse de la tormenta de fuego y agua que comienza a caer.

El pueblo se rebela. Llaman a nuevas elecciones. Sólo con la nueva elección habrá esperanzas. Los soldados disparan sus metrallas. El pueblo huye.

 

De pronto, junto a una piedra, a la orilla del río, encuentro una llave. ¿Una llave? ¡Qué  raro! Una ensarrada llave pequeña, parecida a aquella del baúl de mi abuela. La guardo y mil preguntas me atrapan.

 

Debo apresurarme. La noche se acerca. Escucho un rugido… ¿un rugido? ¿Es real? Apuro mis pasos y tropiezo con un tronco caído y detrás… parece haber algo tal vez misterioso… ¿Me acerco? Podría ser peligroso. En eso suena mi teléfono móvil y despierto del sueño.

 

  (amanece)

Visto que usted pidió la partida de revancha, pues así sea. Su petición es concedida, pero no olvide que si esta vez vuelvo a ganar usted estará no sólo derrotado, sino eternamente perdido. No habrá  desempates. Usted pide piezas blancas, así sea, su deseo es una orden, su deseo es una concesión que me veo forzada a realizar, por mi honor de mujer.

 

                Fresca y pura

límpida y libre

eres un río incontenible

que corre buscando su destino

pero yo puedo contenerte

como se contiene a la mar,

 Océano

en mí puedes sentirte nube

y precipitarte en furiosa tormenta

en gélida nieve

disolverte y correr por tus laderas

ser arroyo, río

o sumergirte en la tierra

para volver a brotar en la fuente

y correr y ser otra vez mar

Océano

en el cuenco profundo de mi vida.

  1. e4

Peón cuatro rey es una apertura clásica que permite el dominio y control del centro, y usted sabe que quien domina el centro del tablero domina el juego. ¿Prefiere que empleemos la notación algebraica e cuatro? No hay problema, recurramos al álgebra; por consiguiente anoto e4 ¿Y usted espera un P4R (perdón, e5)  o P4D (d5) como respuesta? Sabe que si juego d5 deberé seguir con peón cuatro alfil dama (es decir, f5) para inducir a su peón alejarse del centro, y se anticipa a mis pensamientos. Usted cree que domina el centro de mi encéfalo, mas olvida que yo, sagazmente, me evado de sus insinuaciones.

1…. e5

“¿Dónde está la Sibila? Que me resuelva este enigma. Conocerte así es increíblemente maravilloso. Inefable sentimiento de gozo y de temor. Temor de obtener favor inmerecido. Inapreciable presea. Temor de dejarlo escurrir entre los dedos y perderlo tan rápidamente como has llegado. Inescrutable enigma, maravilloso portento. Quiero descifrar este enigma. ¿Dónde está la Sibila que descifrar pueda este enigma de esfinge?”

2. Cf3  d6

Entonces, no sé cómo, pero usted llegó, o yo lo busqué. Tal  vez tenga razón, me metí en sus células, en sus neuronas, en su cuerpo, en su adentro. Y ahora no me quiere sacar de ahí. Me deja estar, me deja permanecer en su vida, y yo me voy quedando nomás como queriendo estar, como queriendo a ratos escapar, y usted no me deja salir, no permite mi huida, teme la retirada, piensa en lo mejor, que soy lo mejor, debo quedarme a darle vida, a dejarme sorber por su furia las noches que aún restan. Y yo me voy estando nomás, me dejo arrastrar y desnudar. Si parece no haberme desnudado hasta ahora más que con palabras, apenas en suspiros y besos mandados por telegrafía o voces, pero ya me siento suya. ¿Será una promesa? Siento ya pertenecerle, ya, porque usted así lo quiere, mmm… Usted así lo quiere. ¿Y ahora qué hago? ¿Me dejo estar? ¿Me dejo atrapar por su voz, por su mirada y sus celos? Me ha dicho ser invenciblemente poderoso en los celos y eso me agrada, prefiero un hombre de frente y no de perfil, es más leal, pienso y siento, y recuerdo aquel domingo cuando nos regalamos una tarde a la cama. Y pinto mis cuadros al son del pincel.

 

 

 

Con los colores

 

al

 

v

i e n

t o

 

juegas

 

rose pale, écarlate, vert olive…

 

Sin embargo sus promesas de amor desmedido no tienen la fortaleza del sauce.

Reitero, juego: 2…. d6!

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