Diez mujeres en mi mesa a la hora del té
Esbozo de lecturas recientes
por Rosse Marie Caballero
Cuando el poeta Clider John me preguntó si había leído Bajo el volcán de Malcom Lowry o La conjura de los necios de John Kennedy Toole: -“No me interesan novelas de hombres, ya leí lo suficiente, ahora leo solo a mujeres” -le dije-. Me explico, le respondí que por ahora perdí la motivación de leer lo que escriben los hombres, que mucho ya los hemos leído y que es el turno de interesarnos por las mujeres. Lo mismo le repito al asiduo lector y artista plástico, Carlos Rimassa.
“En realidad, toda escritura, masculina o femenina, encuentra su punto de partida en el Cuerpo, así, con mayúsculas. Cuerpo Gestante: Creador. De hecho, me atrevo a afirmar, la escritura, que es un dar a luz, un proceso de gestación, como todo arte, única vía mediante a la cual el varón puede acceder a una experiencia semejante al parto, emotiva y afectivamente, al menos… físicamente, en casos extremos, que los hay. La experiencia de la creación es, entonces, femenina, próxima a la biología de la mujer”, señala la crítica de Helene Cixous, los teóricos, de entrada, reniegan de su individualidad, la anulan, la dejan en prenda. Y eso me alienta a leerla más, a buscarla sedienta, a llevarla a casa junto a mis musas inspiratrices.
Son muchas las escritoras invitadas, pero pocas las que se dejan leer; cada una de ellas carga un mundo extenso e intenso que brota de su vida y de su mente. Experiencias diversas, ideas que revolucionan el estado de las cosas. Entre las musas “inspiratrices” que viven permanentemente conmigo están Virginia Woolf, Simone de Beauvoir, Marguerite Duras, Esther Vilar, Elfriede Jelinek, Herta Muller, Doris Lessing, A.M. Homes, Adela Zamudio, Virginia Estenssoro y otras.
Marguerite Yourcenar se queda en el video con su Entrevista por You tube. Com. De la web tomo su joya narrativa en PDF Cómo Wong Fu logró escapar, y de los recomendados por Bartolomé Leal en Cuentos para 1 año, tomo su Cuento azul, en gamas de colores y sabores de frutas, ¡qué lenguaje precioso! Inmediatamente retorno a la incomparable Elfriede Jelinek. Desde You Tube. Com, comparo La pianista (film) con el libro, que, aunque traducción al español, por supuesto supera a la película. ¡Es que tiene otro gusto el leer un libro! La Pianista, Las amantes, Los excluidos amanecen en mi biblioteca. Sé que lograré ahorrar un gasto para traer a Deseo, pronto, sin duda. De la autora solo diré que fue justo que una mujer genial como ella ganara el Premio Nobel de 2004. Es una mujer completa, pianista, guionista, directora teatral, novelista, poeta, política, transgresora.
Cabe resaltar que mi mesa está dispuesta para autoras que de una u otra forma llegaron recientemente hasta mi casa. Por Sudamérica, aparece la poeta argentina María Teresa del Valle Salinas. Ella llegó a la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz 2012, me dejó sus Cantos de Érato y La tierra Paralela, de bella poesía, mística y a la vez delicada. Junto a María Teresa, conocí al poeta y novelista Jorge Paolantonio, su poesía profunda y firme me solaza.
Ya en nuestro territorio, voluntariamente, sin que medie presión alguna, invito a entrar en mi hogar a poetas y escritoras bolivianas, primero las que tienen asiento en las librerías de Santa Cruz y, seguidamente, las que viven en Cochabamba. Voy a referirme a ellas en orden cronológico de acercamiento. En 2011 conocí a Jessica Saavedra con su Dark side, en Café 24. Más tarde invité a Claudia Vaca, con sus Versos de agua. Este año, tomé prestado Onir de Blanca Elena Paz, para refrescarlo. De la Feria Internacional del Libro 2013 se vinieron conmigo Paola Senseve, con su Yo soy Dios, y Fabiola Morales con su Región prohibida. A los días, pillé en Plaza Callejas a Rosario Arzabe y su poemario El lado oscuro de mi luna. Meses después, en la librería El Quijote invité a Gigia Talarico con su Sonrisa cortada, y a Paula López y su Praga.
Para asistir a la Segunda Feria del Escritor Boliviano, en los jardines del Centro Patiño de Cochabamba, una mañana en la sucursal cruceña de la Editorial Kipus me invité a mí misma con los ejemplares de El vuelo de la esfinge y Enigmas de la esfinge. Además en la librería me cautivó la insinuación editorial de El Abrigo negro, de Sisinia Anze.
De regreso de la Feria, entusiasmada reinicio mi banquete literario, para elegir a las invitadas. De este grupo, acepto como candidatas a: una novela de tapa roja, comprada al azar, puesto que presentí de precoz a su progenitora. Me recuerda a las fecundas señoritas que procreaban hijos todos los años, con prisa, uno por año… ¡Horror! ¿Por qué no usan preservativos? o – como decían las abuelas- ¿No tienen televisor? Apenas el principio es ya devastador. Abandono la novela y me prendo de Sentires en SoLuna, veo a la simpática autora, detenida en el pasado, con la poesía de su época, con sus sentires, con una foto de su juventud. ¡Ay, cómo pende el tiempo de una hoja de otoño!
Intento terminar la lectura de El abrigo negro, pero me pierdo entre la geografía de Oruro y la historia de Hitler. Dejo El abrigo negro colgado en el perchero, y salto ansiosa a Blanca Garnica, con Alfileres y alfiles; Rosario Quiroga de Urquieta con La memoria del vientre; Rosalba Guzmán, con Agalma; Extraño oficio de Javier Claure; Willy O. Muñoz con su Diccionario Crítico de Novelistas Bolivianas; Norma Mayorga, con Canto de las olas. Después de leer el Diccionario retomo el libro de la tapa roja, pero es ya difícil continuar creyendo esa historia. Porque de lo que se trata cuando lees una novela es que te involucres en el mundo que te están mostrando.
Es el turno de Rosario Quiroga, sus cuentos de La memoria del vientre… ¡Ah, y la Gaby Vallejo! ¿A ver qué tienes Gaby? Muéstrame De toros y rosas, ¿qué es esto, un ensayo? “Imágenes de sexismo en los libros para niños”… Y tú, Rosalba, ¿con Agalma? ¿Cuántos años tengo? ¿Y qué tiene que ver eso con mi edad? Un libro objeto, se vendería muy bien en la Feria del libro de estas cálidas tierras. Aquí la gente gusta de cosas raras.
¿Y este Extraño oficio de Javier? ¿Qué hace este libro aquí?. Esta no es una reunión para hombres. Aquí, querido Javier Claure, estamos entre mujeres, pero como tuviste la gentileza de enviarme tu poemario desde la lejana Suecia, te invito, amigo, a pasar, junto a Willy O. Muñoz, que desde los Estados Unidos trajo su Diccionario Crítico de Novelistas Bolivianas. ¡Maravilla! Pasa, Willy, pero te quedas calladito, ¿sí? Digo, por si las chicas se sintieran cohibidas con tu magistral presencia.
Lo siento, Norma Mayorga, te dejo para otro momento, tu Canto de las olas ¿es poesía infantil o un libro de dibujo? ¡Imágenes de fondo con motivos marinos, algunas palabras en verso, dedicatoria a tu esposo, flores de cuatro críticos! ¿Necesitamos tantos nombres y tantos comentarios críticos para invitar a los lectores a leer tu libro? Ubicatex.
La hija de la amante, novela que recuperé de un acreedor, me reta a una relectura, y la miro y le digo “después, después”. Salto a Cuentos para un año, y me detengo en Marguerite Yourcenar: Cuento azul. De un brinco tomo Bajo la sombra de los molles, de Edith Zabalaga, ¿escuela romántica?, nostálgico como Yourcenar pero lejos de Yourcenar. Yourcenar y su magistral narrativa no pueden tener de contrincante a un libro compaginado con cuentos, poemas y fotos full color. La autora invirtió un buen monto de dinero en estos recursos, supongo. Lo siento, ¿estoy muy ácida?
Las invitadas
1. Jessica Saavedra, en Universos paralelos, cuentos, Ed. Torre de papel: 2012
2. Blanca Elena Paz, Onir, cuentos, Sello La mancha: 2009
3. Rosario Arzabe, El lado oscuro de mi luna, poesía, La mancha: 2006
4. Paola Senseve, Soy dios, poesía, Sello La mancha: 2012
5. Fabiola Morales, La región prohibida, cuentos, Ed. Nuevo milenio: 2012
6. Paula López, Praga, novela, Sello La mancha: 2011
7. Gigia Talarico, La sonrisa cortada, La mancha: 2008
8. Gaby Vallejo, De toros y rosas, ensayo, Cochabamba: 2001
9. Blanca Garnica, Alfileres y alfiles, poesía, Plural Editores: 2012
10. Rosse Marie Caballero, El vuelo de la esfinge, novela, Ed. Kipus: 2009
Veamos, de las escritoras bolivianas que aparecen en pantalla, seis son cochabambinas; dos radican en Cochabamba (Blanca y Gaby), una en el extranjero (Fabiola), y tres radicamos en Santa Cruz (Paola, Rosario y Rosse Marie). Tres son cruceñas, dos de ellas radican en Santa Cruz (Paula y Blanca Elena) y una en Israel (Jessica). Una es chilena, radicada en Santa Cruz (Gigia). Diez mujeres en mi mesa a la hora del té.
Jessica Saavedra junto a un grupo de jóvenes irrumpe en la literatura boliviana del nuevo milenio. Su narrativa trasluce el misterio de lo desconocido, de lo inexplicable, el lugar oscuro de la mente, los fenómenos suscitados en la oscuridad de los laberintos mentales de un ser solitario y desencontrado.
A Blanca Elena Paz la llevé a casa aun sabiendo de su amargo humor. Onírico parece ser el origen de este libro, donde el mundo mágico maravilloso sucede, sugerencias, insinuaciones, lenguaje intimista al mismo tiempo que coloquial, sin embargo alucinante.
En Plaza Callejas encontré a Rosario Arzabe, con su Lado oscuro de mi luna. La invité a casa y me posé en sus versos contundentes, al estilo de grafittis, acompañados por fotografías sensuales de modelos profesionales de Santa Cruz. Casi sufro un infarto con Ario Freire, ¡moderate, Rosario! ¡Mucha belleza física, ché!
Paola Senseve, ¿tomaste el ejedrez como en mi cuento? La conocí ya con su Vaginario (2008), llamó la atención y dio origen a mi artículo Espeluznante: Las provocaciones de Paz Soldán y Senseve. Soy dios, es otra de sus provocaciones, poesía letal, así de simple, feminista y transgresora aunque sutil y delicada; una rebelde como ella es digna de estar en mi mesa.
Fabiola Morales, La región prohibida. Sus cuentos bien cuidados impactan, narrativa clara y concisa. Iluminada.
Una tarde me llevé a Paula López, junto a La sonrisa cortada de Talarico. Me devoré Praga rápidamente. De lenguaje limpio. Imágenes que cautivan. Apoyan a la obra dibujos que entremezclados con la narración anuncian de manera anticipada el contenido del capítulo, haciendo que su lectura sea más simple, por la obviedad de las imágenes. No obstante sus debilidades, esta es una valiente propuesta narrativa, que sin duda, descubre historias que comparten la mayoría de las mujeres contemporáneas extremadamente solitarias.
Gigia Talarico con su Sonrisa cortada llama a los jóvenes a leer y disfrutar del mundo mágico de la literatura, es una guía para encarar problemas familiares relativos a la adolescencia, con lenguaje sencillo a la vez pulcro. Una temática de impacto actual.
A Gaby Vallejo, la reencontré en De toros y rosas: “Vivimos el momento propicio para recuperar el espacio que la humanidad nos debe”. ¡Me parece contundente! La autora trata el sexismo en los libros para niños, en el pensamiento discriminatorio contra la mujer desde siglos atrás. El libro comienza refiriendo cuatrocientos años antes de Cristo a Jenofonte. Luego, Sófocles, entre los clásicos; llega a Inglaterra y desencadena en América Latina, llegando a Bolivia. Imprescindible lectura para toda mujer que se precie de feminista.
Entonces, poso mi mano en Alfileres y alfiles. ¿Alfiles? Blanca Garnica, con su sentado prestigio me invita y la imagino bordando sus poemas. Cada palabra hebra con hebra, pasando el hilo delgado de Pizarnik mirándonos con los cuencos vacíos. ¿Qué hace Pizarnik en tu libro? Tus delicados versos contrastan con la violencia pizarnikeana, ¿cómo encontraste tal razón en tu poesía tan pura, tan dulce, tan delicada como hostia, como nieve, como nácar? Brevedad de la palabra es lo que caracteriza al mundo poético de Blanca Garnica, tan sutil como ella, tan fina, tan suave.
Rosse Marie Caballero, El vuelo de la esfinge, la anfitriona. En tal sentido, y por razones obvias, me suscribo al comentario que tan amablemente vertió Willy O. Muñoz en el Diccionario Crítico de Novelistas Bolivianas. Ed. Plural, 2013, a favor de su servidora.
Atentamente,
La anfitriona.
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