Esta mañana, me he levantado y he decidido ir con mi madre a desayunar. Tras vestirme con una camiseta y unos shorts, he conducido hasta nuestra cafetería favorita y después hemos dado una vuelta. Una vez hemos vuelto a casa, me he puesto el biquini y he ido un rato a la piscina. Más tarde, he encendido el ordenador y he comenzado a escribir estas líneas.

Seguro que muchos os preguntáis por qué os cuento todo esto. ¿Por qué os habría de interesar mi rutina? Al fin y al cabo, es mi día a día y no tiene nada de especial, ¿no? Bueno, al menos no para nosotros, hombres y mujeres del «mundo desarrollado» y del sigo XXI. Sin embargo, hay cientos, miles, millones de mujeres en el mundo que no pueden hacerlo. Sí, simplemente eso, no pueden hacerlo. No pueden despertarse a la hora que desean ni vestir…