La poeta cochabambina borda con primor cada palabra de su libro Cajón de costurera

Rebecca
En el albor te trajeron las huestes de los mares Candorosa, frágil y angélica tus mejillas bermellón. Tornasola el torrente en tus venas, tras el epitelio claro de tu piel -ángel mío- Argenta el sol la urdimbre de tus cabellos, Filamentos liados con briznas de arijos dorados, Que llevan en su entorno de violetas silvestres su aroma Para ornar la palidez de tu rostro tan bello. Mi amada, niña, mi ángel…

Anclaje
Esa luz que seduce a mi tristeza, tenue, cálida se cuela en mi piel pero no me importa, ya no sabe a nada. Me arrullo quejumbrosa en algún nido de sombras, en su frio me cobijo y huyo de la vida que no se detiene. ¡Qué indolente circula por la ventana! La dejo que me atisbe sin recelo. La vida ya no es vida. Me quedo, me sostengo en esta resonancia de tristezas con esta suma de antónimos, en esta opacidad y sujetando mis tobillos la carlanga de la angustia que me retiene, me ancla. Me resisto. Me quedo.

