Rosario Quiroga de Urquieta, reconocida crítica literaria boliviana, escribe un certero análisis del último libro de cuentos de la escritora Rossemarie Caballero

Un Collar para Beatrice
O el arte de crear expectativa
Leer Un Collar para Beatrice, libro de cuentos de la escritora Rossemarie Caballero, es participar de la fiesta de la palabra donde el lenguaje adquiere una enorme significación en su capacidad metafórica. Al margen de la independencia temática de cada una de las narraciones, el andamiaje lingüístico que las sostiene logra que todas ellas formen un todo infinitamente sensible.
La Anécdota ficcionalizada, de realismo mágico, está entrelazada con el quehacer cotidiano en los planos temporales del hoy, ayer y mañana que definen situaciones reales en abstracciones espirituales que procuran incorporarse a realidades íntimas, personales, expresadas en un marco genial y misterioso cargado de sorpresas.
Para entrar en el clímax de las narraciones es necesario trasponer la barrera de la realidad en que nos encontramos y poder instalarnos en ese otro lado y aprehender otros lugares, otros tiempos; unas veces en condición protagónica y otras como expectante. El libro comprende siete cuentos: La casa, ¿En qué momento ha pasado el tiempo?, Batería baja, El color de las lombrices, Vencer al bicho, La señorita Strike, y Un collar para Beatrice. Con el derecho de lector, haré un recorrido por éstos, puntualizando algunos elementos que estructuran estilo y forma de los mismos.
Su lectura nos convoca a dos estados vivenciales que confrontan ciertas existencias: vida, muerte, realidad y fantasía, vigilia y sueño, libertad y destino, originando una alternancia entre una realidad sin secreto con aquella otra que parece misteriosa, aparente, ficticia que se la describe desde el realismo mágico: “las enfermeras corrían detrás de los sueños que Eloina ha dejado empaquetados en el basural de alguna calle” (La señorita Strike), “Una lombriz se metió entre sus pies tierra adentro, una lombriz que destellaba colores fosforescentes” (¿ En qué momento ha pasado tanto tiempo?). Así, estamos sumergidos en mundos impredecibles planteados con originalidad y plenitud.
Cada uno de los cuentos logra el hallazgo de lo que está escondido en el interior de las cosas cotidianas mediante la creación de la mirada sensible que coincide con el énfasis que se pone en el trato de temas y valores alrededor de la vida del hombre.
El narrador, desde el inicio va preparando con indicios y anticipaciones el desenlace final que llega a través de una serie de giros, repentinas aceleraciones. Las descripciones concretas unas, otras de realismo mágico crecen en una perspectiva dinámica de espacio y tiempo. La temporalidad en la dimensión del “ahora” como, resultado del pasado que arrastra situaciones hasta el futuro, concretan el plan para cada vida en una suerte premonitoria. Por ejemplo, en La casa hay una especie de preparación para el final trágico con el que se cierra el cuento: “…vos arriba del puente, sujetándote de la baranda, la nena, debajo sola, y su abriguito rojo”.
Los estados emocionales que crecen en perspectiva dinámica entre el sueño y la vigilia cobran realidad objetiva mediante las equivalencias establecidas en los detalles de la descripción del entorno en el que ocurre la ficción. Se lee en ¿En qué momento ha pasado tanto tiempo?: “Los párpados de la luna la observaban mientras Malena fingía dormir. Por un instante saltó de la vigilia al sueño… el tiempo no dejaba de pasar una y otra vez hasta perderse a la vuelta de la esquina de la casa de Joaquín”.
En Batería baja: Analía, a quien “la vida le tenía trazado un destino y había que cumplirlo” por encima del estigma de la predestinación, lo que provoca frustraciones con mayor o menor fondo de fatalidad, está la ilusión aunque no se consiga realizarla debido a un hecho fortuito, pero en fin, queda el esfuerzo como una estela de algo que no se destruyó del todo.
La lógica de los datos descritos en Vencer al bicho, conducen a un cierto perfil masoquista de la protagonista, “mujer que bordeaba las siete décadas de existencia” quien siente cierta complacencia en los sufrimientos espirituales y corporales. No hay decisión de salir de esa inercia soñadora que finalmente la conduce a la muerte, al feminicidio: “los elementos encontrados en la casa y las huellas de golpes en el cuerpo desmienten la hipótesis del suicidio… sus muñecas y rodillas mostraban marcas de tortura provocadas por el bicho”.
La historia de Patrick y de Moria en El color de las lombrices está ampliamente adelantada, es predecible: “él y ella, ella que más parecía él y él que parecía ella, es decir cada uno parecía estar atrapado en el cuerpo equivocado”. A lo largo de la ficción sentimos la sensación de un prolongado y angustioso juego de la insatisfacción que se nutre de alusiones, sugerencias e indicios que permiten una amplia mirada a ese complejo mundo de la homosexualidad. A su tiempo, Freud comprendió la doble dinámica de la vida humana. En el presente, sin duda, está la gran esperanza para el tratamiento de este tema con amplitud y sinceridad.
En La Señorita Strike, leemos: “las enfermeras corrían detrás de los sueños que Eloina había dejado empaquetados en el basural de alguna calle”, así la anécdota se ubica en el campo ilógico de lo onírico desde donde Eloina, con una cómplice ficticia, la señorita Strike, desanda el camino al compás del recuerdo de vivencias que perturban su memoria: “Nunca se rompe este espejo aunque lo he golpeado decenas de veces, grita. Y siempre me devuelve la misma imagen”. La relación que el lector debe establecer entre lo real e imaginario sirve de lazo concreto para la presentación de significados de mayor alcance.
El nivel connotativo es un medio necesario para poder descubrir los simbolismos en el todo global de la ficción. El cuento Un collar para Beatrice presenta un confuso mundo de una compleja interconexión entre la vida y la muerte donde no hay límites espacio-temporales entre estas dos dimensiones. El círculo narrativo se inicia con la expresión: “No despertó más”. Desde su estado de muerto, Jota, a través de un monólogo interior, comparte circunstancias y detalles de su presente, desanda su pasado y observa su futuro, “Vio cómo retiraban su cuerpo del suelo”. A medida que avanza la anécdota, elementos y secuencias se van ajustando progresivamente para cerrar el círculo, finalizando el cuento. “Al llegar a la morgue los paramédicos colocaron a Jota en una bolsa de cadáveres”. Este personaje que permanece atrapado entre la muerte y la vida, la sombra y la luz, el dolor, la sangre, el sueño y el amor, tiene un tratamiento literario admirable: “Durante el sueño Jota tuvo un extraño encuentro con Beatrice que lo perseguía a lo largo de las calles y más allá de las tumbas gritándole algo parecido al amor”.
Los cuentos del libro Un collar para Beatrice tocan la dolorosa y desnuda realidad existencial que sufre el hombre en cualquier punto del mundo. Su estructura y contenido demuestran su alta factura literaria, entre otros valores tiene el de crear una expectativa constante. Su lectura ofrece al lector múltiples aristas de significación.
Aplaudo este emprendimiento literario con el deseo de que la obra de la escritora Rossemarie Caballero despierte interés en las generaciones presentes como en las venideras.
Rosario Quiroga de Urquieta
septiembre de 2020