Por la escritora cochabambina Gaby Vallejo Canedo
SOBRE LA NOVELA EL VUELO DE LA ESFINGE
Rossemarie Caballero escribe un libro extraño, como lo ha titulado ella misma, el vuelo de una esfinge, indescifrable, múltiple, impenetrable.
Dos versiones, dos publicaciones, primera edición, 2009; segunda edición, 2018. Dos presentadores de contratapa: Homero Carvalho en la primera; Oscar Willy Muñoz en la segunda. El mismo texto y distinto. Un atento lector lo advierte. Se repiten los contenidos, se añaden otros.
¿Cuál versión leer? ¿Qué le hace cambiar a la autora ciertos elementos de una edición a otra? La carta al presidente, por ejemplo en p. 47, 43 en otra. ¿Qué le hace cambiar? Posiblemente para el lector que adquiriese cualquiera de las versiones, no sucede nada al respecto. Lee como aparece, sin hacerse las preguntas que me hice yo.
La novela en sí, en su presentación tipográfica es desconcertante. El uso de varias voces narrativas, de fragmentos poéticos, diversas estrategias tipográficas, ubicaciones espaciales diversas, uso de mayores sangrías para algunos párrafos, uso de líneas en cursiva, en tipos de letras distintos, narraciones en primera, en segunda o tercera persona, códigos y números extraños, que parecen que tiene algo que ver con juegos de ajedrez, desconciertan u obligan al lector a buscar o encontrar continuaciones, nexos en ese mundo ambiguo, desordenado. La aparición de palabras, claves quizá como la palabra Usted, permiten a veces encontrar esos nexos, esa continuidad para entender o armar el rompecabezas de los sucesos. Y entonces pensamos en el título de la novela “El vuelo de la Esfinge”, donde la Esfinge aparece con el significado conocido de “mujer o deidad misteriosa que hace preguntas, enigmáticas a aquel que se le acerca” pero el título añade que esta esfinge vuela, escapa, pide persecución para entenderla.
La lectura insinúa, sugiere elementos a manera de adivinanzas: ¿qué, quienes, cuándo? Se insinúa constantemente pero no se descifra. Los elementos ambiguos permanecen hasta el final, sin correrse el velo.
La temática fuerte, dura, una madre castradora lucha entre odio y amor entre hija y madre, voces de recriminación de la madre desde la tumba.
Padre sustituto, no el verdadero padre ausente y amante al mismo tiempo, iniciador de la sexualidad, poderoso y permanente. Relatos fragmentados, dispersos, derramados a pedazos como para despistar el lector que se acerca. La esfinge, la que habla, maneja una enorme desolación. Parece ser Susana, A veces no. Se autodefine: p. 58
“Susana prosaica. Señora poeta. Prosista o prosaica = aparentemente tonta Poeta = extremista, revolucionaria, esfinge”.
Lo que parece ser una definición de la protagonista:
“Nereida, sílfide, ondina Hiperbórea, valkiria, uri, Furia, euménide, virgen, Doncella, niña Diosa pagana ¿Quién eres que así me arrebatas?”
Como vemos, la definición de una persona se torna al final en una pregunta desorbitante. Así, los giros del relato en 1era, 2da, o 3era persona, cumplen permanentemente la función de desconcertar. Sin embargo, las frases, hondamente atrayentes, cumplen la misión de hacer avanzar el relato.
Expresiones hermosas, novedosas, reveladoras a momentos, como
“¿Acaso no es una quimera infinitamente intocable e invisible el amor? ¿A dónde partirá después de esto?, ¿Se quedará en casa?, ¿Conmigo?”
La narradora se tipifica como aguerrida defensora de la mujer, en ironía constante sobre privilegios del varón. Verificable en muchas páginas, las anotamos para el indagador: 94- 96- 100-101- 109-119, actitud unida a una fuerte sensualidad, solo posible justamente con aquel varón retado, expulsado. Habla incluso de la necesidad de asesinarlo.
Es un libro de ruptura. Se clizan las imágenes de madre, padre, esposa, hija-amante. Libro amargo, a momentos, de perennes disquisiciones. Pero libro bello también. La trama está escondida, sugerida. Hechiza a su lector, incita a la búsqueda de explicaciones, de luces que no llegan y quizá ahí radica el encanto de esta novela. La autora maneja elementos de la cultura griega, egipcia como claves, como anzuelos para mantenernos en la lectura, pero salimos del libro como permanecimos mientras lo leíamos, intrigados, llenos de preguntas. Estuvimos frente a la Esfinge. Permanecimos fascinados por ella. Eran sus palabras, su actitud, sus reclamos, su bella sensualidad, sus rabias, sus juegos, su ajedrez. Y ahí nos encontramos con el vuelo de la esfinge. Ya no está.
Para terminar esta aproximación, copiamos un fragmento excepcionalmente escrito, de una mujer para un varón, que parece un Himno al amor, que es también otra ruptura:
“Usted florece como las rosas blancas de mi jardín. Perfumadas, suaves, blancas, blancas como los tenues copos del limonero del paraje. Como el aroma de los pétalos que acaban de abrirse a la nueva vida. ¡Aleluya! Como los jazmines que alegres trascienden apoyados en el muro de añil. Amor, amor, amor, cuán sublime eres, cuán bello y gentil. Cómo zumban las abejas en tu rededor y yo en el centro de tu corazón, me reposo, me solazo, me desperezo. ¡Eres luz!, bello, transparente, iridiscente. Miel. Fruto de ámbar, de almíbares selectos. Ahora puedo entregarme a ti, y llamarte “tú”, no “Usted”. Porque el tú es próximo, inserto, compenetrado… Así ´estaré, mi amado, hasta que termines, gota a gota, de descifrarme y desvanecerte a mi lado, sin pudor, sin temor, sin dolor. Paz y armonía. Plenitud hasta el fin.”
Hay también en el libro frecuentes segmentos sobre la política y el entorno social boliviano, como detalles interesantes de viajes por el exterior de Bolivia, que también están dispersos, sin ilación, que dan volumen humano al libro.
Para conocer y honrar a esta escritora, hay que leerla y acercarse como a la esfinge.
Gaby Vallejo Canedo Cochabamba, Bolivia, 2019