El vuelo de la esfinge (Chapter 3)

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Polvo eres

 y en polvo

te convertirás.

 

 

 

 

 

 

 

III

 

 

 

Finalmente yo siempre fui la  que estaba demás en esta historia. Si alguien rompía el cristal era yo; si mojaba la alfombra, yo; si alguien provocaba lágrimas, sin duda, yo.

 

El salir de casa de esa manera intempestiva tampoco fue la solución. Vagar por ciudades desteñidas y dormir en rincones maltrechos no valió la pena; pues sentí el mismo vacío de siempre. Un vacío que no podré explicar, que nació conmigo. Usted me desafió  con otro de sus enigmas  y me desequilibró. Aún no puedo entender lo que quiso decirme, y sin embargo se llevó las respuestas a ese lecho frío donde su cuerpo yace.

 

Las interrogantes abrieron más mi abismo de angustias. Ahora simplemente trato de sobrevivir, madre, de sobrevivir sin  sus respuestas, y procuro no hacerme más preguntas porque podría despertar las dudas que corroen mis sesos.

 

Tampoco creas que este infierno sea plácido. Desde que llegaste a mi vientre, en forma de diminuto y adorado embrión, se transformó mi destino. Está por demás decir que  mi vida cambió, o tal vez simplemente se cumplió lo que estaba escrito. A veces, la soledad figura entre las invitadas permanentes de nuestra cama. Y tú no serías el aliciente de excepción.  Las noches oscuras que pasamos tú y yo en soledad no las borra nadie. Tú y yo unidas por un cromosoma xx hasta el final de los tiempos, desatando amores y odios, rencores y luces, sonrisas y llantos, para qué. Para cumplir el mandato que nos fuera encomendado por algún Melquíades que descifró los manuscritos de los Cien años de soledad.

 

Sin duda no comprendes mis claves. Estás lejos de comprenderme porque ni yo misma lo he logrado. Las calles vacías de la ciudad regresan a mi mente como un martilleo incesante.

 

Transité esas calles contigo en mi vida, contigo incrustada en mis entrañas, y ahora estarán mucho más vacías para ti sin mí. ¡Las calles!

 

Los parques.

Los parques, inmensos toneles de agridulces tragos. ¿Acaso pensaste que en un parque te parí? ¿En la melancolía de una hoja de álamo en otoño? ¿En la mustia enredadera de abedules? ¿En las hamacas despobladas? ¿En los balancines impares?

 

¿7. f3?

Sola.

Me deja usted sola, sin más abrigo que el calor que brinda un par de sujetadores.

 

Algunas  veces se mostró  usted como un imbécil con su silencio egoísta. A veces me dejaba usted preñada de interrogantes sin respuestas. Usted sabe que una mujer como yo necesita un hombre tan o más inteligente, pero de ninguna manera inferior en el razonamiento. Mis cavilaciones corroen mis neuronas y no las puedo detener. ¡Es una posesión! Trascendentales dudas me poseen y usted, príncipe de la sabiduría y del raciocinio, continúa en silencio sin poder satisfacer mis necesidades de comunicación. “Debido a la distancia que nos separa”,  justifica su débil argumento. En consecuencia, es mejor la distancia entre nosotros que su cruel mudez para de alguna manera mitigar mi sed de consuelo.

 

 Respondo: 7…. Ag7

 

¿Habrá usted amádola con la misma intensidad? Es decir, ¿amó usted a esa vagabunda  con la misma fuerza, con el mismo amor, con la misma pasión, con la misma devoción que a mí? ¿Lamió usted sus rodillas como a las mías? ¿Aun la ama? ¿Es tierno con ella como lo fue conmigo? ¿La idolatra hasta el centro de sus huesos, como a mí? ¿La llevó al altar con la devoción de un loco, como a mí? ¿Es usted feliz ahora con ella como aparentaba serlo conmigo? ¿Pasa usted noches íntegras con ella en silencio, leyendo las sombras del techo de la habitación, conspirando  contra la luna para vencerla y volver a amarla como en toda primavera? En una palabra, ¿le comió usted el corazón a besos?  Una serie de interrogantes se agolpan en mi cerebro y no me permiten conciliar el sueño sagrado. Un mate de tilo sería muy útil en estos casos; pero aun bebiendo  el mate de tilo continúo inquebrantable, y el intento por dormir no surte su efecto. En estos lamentables momentos de desolación, ninguna yerba mate sirve de consuelo. Solo pensar en usted, y creer que aún me ama. Y tratar de soñar. Hasta mañana.

 

 

El teléfono la sacó de su letargo. Se encontraba divagando cuando oyó  dos prolongados  timbrazos en el fondo de la sala ¿Quién sería tan tarde?

 

Colgaron.

 

Preparó sus valijas, en realidad no tenía mucho que empacar. Tal vez su libreta de anotaciones, su pasaporte, imprescindible, sin él no podría hacer este viaje que era al fin de cuentas el último y el más doloroso. Sus valijas de papel…

 

Toda la noche en vela, planificando su partida. Mañana esto, este otro. ¿Llorarán por mí…? Quiero desaparecer en el misterio de las aguas que surcan el mar. Sin ti mi vida no tiene razón, ya lo viví todo y nada queda por hacer si no es por ti… “No quiero verla nunca más en mi vida”  “La odio, la odio”… esas palabras la acuchillaban, y pensar que le había dado su vida…

 

¡Qué cursi! Madre se aferró a ella para salvar su vida, la de ella, no la de aquella… Un motivo para vivir, Susana fue sólo eso, una razón para existir sin el deseo latente del suicidio; pero, claro, después del 11 de septiembre, ya el suicidio no tendría  nada de raro.

 

El teléfono otra vez.  No, esta noche no podré salir… mañana… no sé… Al parecer ni el  jardinero de la casa se había dado cuenta de que en el fondo de aquella mujer habitaba una sombra indescriptible sin razón de vivir.

 

Terminó de preparar sus maletas y, sin volver el rostro hacia atrás, olvidando lo que había sido aquella casa, aquella vida, partió.

 

Se fue volando, volando como una mariposa a estrellarse contra el viento…

 

 

 

 

Usted me desafió  con un poderoso y letal enigma: me reveló que padre no es mi padre y me fulminó. ¿Cómo pretende que no la odie? Derrumbó mis castillos, abrió un abismo bajo mis pies. Ahora, ¿quién soy? No soy quien creí ser. Otra sangre, ajena a la de mi padre, circula por mis venas, y usted, cínicamente, aconseja que no me deje impresionar. ¡“Padre es el que cría, no el que engendra”, vaya cliché barato! Padre es el individuo que me legó su esencia, ése que para mí es un extraño, ése ni cuyo nombre conozco, no sé si respira o está con usted en el limbo de las criaturas extraviadas, en el mundo de los muertos. Padre es también, sin embargo, su marido, el varón santo que me cuidó en ausencia suya.

 

Merezco, lo sé, tus reproches. Sólo pido al Señor que gobierna esta vida y las otras, que te proteja y, al fin, deposite en tu corazón de niña la resignación de aceptar la realidad que te rodea. Es así. Naciste por mi decisión y un esperma ajeno fue necesario para cumplir tu destino. Tómalo así. Yo solamente fui un instrumento del Todopoderoso para hacer posible tu llegada a la tierra. Grandes planes divinos se ciernen sobre ti.

 

 22 de enero

 

Excelentísimo Señor Presidente:

Reciba Usted nuestro cordial y fraterno saludo de los admiradores de sus ideas y de su ejemplo en la lucha social. Asimismo, tenga la gentileza de aceptar la humilde obra de arte (léase: si entiende el arte) que le hacemos llegar con gran cariño, en homenaje a su investidura como Excelentísimo Señor Presidente de nuestra amada Patria.

 

Por nuestra parte, esperamos en algún momento tener la oportunidad de conversar con su Excelencia respecto a los asuntos que atingen a nuestra comunidad, y planificar las acciones a seguir hasta lograr nuestros objetivos (léase: no los suyos).

 

Sin otro particular, y pidiendo al Altísimo goce Usted siempre de buena salud, nos despedimos con las consideraciones más distinguidas.

           

            Atentamente, Sus Seguros Servidores

Amigos, amigas, compañeros y compañeras de ayer, hoy y siempre (léase: mientras nos sea útil).

 

 

¡Ah, la vida! Misterios. Trasluce agonías que se han quemado en el pañuelo de despedidas. La vida es sueño, sin duda. Sueñas cuando amas, cuando olvidas, cuando sufres, cuando ríes. Amor, la vida es un hermoso sueño realizado. ¿Sientes? ¿Sientes cómo tus manos se posan en las mías y juntas miramos el infinito sin temores? Amor, la vida es misterio. ¿Quién te anunció que vendrías a casa para compartir palabras, y tanta dicha, y tanta dicha? ¡Amor, hijita bella,  tu piel es lirio, tu voz letanía y tu mirada un inmenso suspiro!

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